3 historias de cirugía estética que demuestran que el problema está en la mente

3 historias de cirugía estética que demuestran que el problema está en la mente

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3 historias de cirugía estética que demuestran que el problema está en la mente

No podemos negar que la apariencia física tiene un papel cada día más importante en una sociedad en la que ser guapos y esbeltos se asocia tanto con el éxito profesional, como el personal.

En esta ecuación parecía que la cirugía estética era una pieza más para conseguir el objetivo de belleza deseado por muchos, pero algunos resultados, como los que vemos últimamente en celebrities que quedan irreconocibles, parecen lograr justo lo contrario.

Hoy traemos tres ejemplos de personas a las que la búsqueda de un físico mejor se les fue de las manos. ¿La solución era realmente cambiar de aspecto?

Madre e hija unidas en su afán por ser Katie Price

Esta es una de esas historias para no dormir, en la que toda la vida de sus protagonistas gira entorno a conseguir parecerse a una modelo a golpe de bisturí, concretamente a Katie Price, y para ello llevan gastadas ya 56.000 libras (unos 76.400 euros).

Son madre e hija, Georgina Clarke de 38 años y Kayla Morris de 20 y se definen como adictas al botox entre otras cosas, porque a parte de los implantes y cirugías varias también pasan a menudo por las cabinas de bronceado y se han sometido a maquillaje semipermanente, blanqueamiento dental y extensiones de cabello.

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Para financiar todo este derroche, Kayla abandonó al instituto a los 17 años y trabaja en un club de streeptease, además de depender de los ingresos que le aporta un señor mayor a cambio de "compañía", algo que, sin entrar en juicios moralistas, sorprende sobre todo porque hace sentir a su madre muy orgullosa, ya que les sirve a las dos para conseguir su sueño.

En teoría no se habían preocupado nunca por su aspecto hasta que Georgina vio una vez a Katie en una revista y decidió que quería ser como ella, de ahí se obsesionaron siguiendo su programa en televisión y todo lo que hacía y empezaron a planear cómo convertirse en su réplica.

Son conscientes de que hay gente en la calle que se burla de como se ven pero ellas dicen estar muy satisfechas, aunque admiten que todavía les queda mucho trabajo para parecerse a la modelo. Lo peor es que la familia tiene otro miembro, una hija más pequeña y comentan que estarían muy contentas de que se uniera a ellas cuando sea adulta operándose al completo.

La comparación con esta foto de hace cinco años dice más que todo los detalles escabrosos que se han contado sobre el tema.

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El trágico final del chico que quería ser Justin Bieber

Toby Sheldon tenía solo 35 años cuando fue encontrado muerto el pasado 21 de agosto en la habitación de un motel. Todavía se desconocen las causas pero las autoridades afirman que se hallaron restos de drogas y alcohol en el lugar.

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Se hizo famoso por aparecer en varios programas de televisión, entre ellos Mi extraña adicción, por su afición a la cirugía plástica y su objetivo de parecerse cada día más a Justien Bieber. A pesar de haber gastado 100.000 dólares en el proceso, más de una vez confesó que no estaba contento con su apariencia física.

El suicidio del Dr. Brandt, el cirujano de las celebrities

Una de las cosas que más me cuesta de entender de estas metamorfosis es dónde queda la ética de los profesionales de la medicina que se embolsan grandes sumas de dinero a cambio de hacer una intervención tras otra, con consecuencias como mínimo desafortunadas.

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Pero en el caso del Dr. Brandt el mismo era a la vez cirujano y paciente por lo que no se le puede acusar de no creer realmente en que podía mejorar su apariencia con las operaciones. Su suicidio fue un duro golpe para los famosos y el mundo de la cosmética, donde era respetado y querido. Sus amigos cuentan que se encontraba desde hacía tiempo bastante deprimido, en parte por las burlas y parodias que hacían referencia a sus dificultades para hablar, causadas por la cirugía.

¿Por qué se llega a estos extremos?

Excepto en el caso del Dr. Brandt al que se le había diagnosticado una depresión, con la información que tenemos no se puede afirmar que estas personas sufran algún trastorno psicológico, pero sí hay varios datos que confirman la relación entre cirugía plástica y algunas patologías o rasgos de personalidad problemáticos.

Los complejos de inferioridad y la falta de autoestima, pueden ser a la vez causa y efecto de colocar la apariencia física como prioridad en la vida. Tras esta constante insatisfacción corporal se puede ocultar también un trastorno dismórfico corporal (TDC) que implica una precupación obsesiva por defectos físicos irreales o mucho más exagerados de como los perciben el resto de la gente.

Un estudio (Philips KA) con 250 pacientes con esta patología reveló que el 76,4% de los mismos había buscado un cambio físico en lugar de un tratamiento psiquiátrico, de los cuales un 66% lo llevó a cabo. El 72% no presentó ninguna mejoría en su trastorno dismórfico corporal tras la intervención, al contrario, todavía hubo un 16,3% que empeoró con el proceso.

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Otras revisiones confirman que un 15% aproximado de los pacientes que acuden a consulta de cirugía plástica, cumplen criterios para TDC, por lo que antes de una operación de este tipo, lo lógico sería evaluar primero el perfil psicológico del paciente, teniendo en cuenta que hasta un 47,7% de los que consultan sobre un tratamiento estético cumplen criterios de alguna enfermedad mental, como TDC, depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria o de personalidad.

Muchas personas desconocen que el motivo de su malestar está originado en un problema psicológico y creen que a través de la cirugía estética lo van a poder solucionar, pero después eso no ocurre, agravando todavía más el malestar. Por otra parte varias investigaciones muestran una mayor probabilidad de suicidio entre los pacientes que se han realizado una intervención estética, especialmente entre mujeres que se han aumentado el pecho (en comparación con otras mujeres que no se han operado).

El abuso de alcohol y drogas también suele ir de la mano de los trastornos dismórficos y a todo esto ya solo falta sumarle en algunos casos una personalidad narcisista, con ganas de destacar y conseguir la fama a toda costa, como parece el caso de Kayla Morris que tras lograr llamar la atención gracias a su cambio físico, ahora ya está anunciando que quiere entrar en Gran Hermano.

Y yo me vuelvo a preguntar ¿dónde queda la responsabilidad del cirujano plástico que facilita y fomenta estas actuaciones? Está claro que cada uno está en su derecho de hacer con su cuerpo lo que le dé la gana, pero si una persona está enferma, lo que necesita es ayuda, no que le vacíen el bolsillo a cambio de arruinar su aspecto y en muchos casos también su vida.

Lo sé, lo sé, así no es como funciona el mundo, quizá por eso cada vez nos encontramos más gente operada en exceso… y lamentablemente no tiene pinta de mejorar la cosa.

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